ColaCao modifica una parte de su reconocible envase por primera vez desde 1945 para homenajear a los ancianos, a los niños y a los trabajadores esenciales de la pandemia
Al paso por el kilómetro 16 de la C-17, en la provincia de Barcelona,
uno se encuentra con un bote gigantesco de ColaCao. O esa es al menos la
percepción que se tiene desde la autovía. Lo que se divisa a las
afueras de Parets del Vallès es un silo de 27 metros de alto con
capacidad para 300 toneladas pintado de amarillo y rematado en la parte
superior con una franja de pintura roja. La distribución de estos
colores y unas grandes letras con el nombre de la marca remiten al
envase de ColaCao, que ha mantenido intacto gran parte de su diseño en
sus 75 años de historia. La pandemia se ha llevado hasta la tradición
por delante. Esta vez, para bien. ColaCao ha sustituido sus míticos
agricultores y recolectores de cacao de la parte inferior de la etiqueta
por unas simpáticas ilustraciones que representan a los trabajadores
esenciales de la crisis, a los niños y a los ancianos. Un
reconocimiento.
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