Recesión a lo grande: crónica de los 10 años de crisis que cambiaron el mundo

El capitalismo sin quiebra es como el cristianismo sin infierno. La destrucción creativa que proporciona el verbo quebrar es una de las varitas mágicas del sistema: quiebran los individuos, quiebran las empresas, quiebran hasta los países y de esa manera se supone —se supone— que la economía se regenera, se purifica, expía sus pecados y es capaz de seguir adelante. Esa regla de oro vale para todos los agentes económicos. Con una sonora excepción: los grandes bancos, algo así como el aparato circulatorio de la economía global.

https://elpais.com/economia/2018/09/07/actualidad/1536333092_303809.html

Comentarios