Las compañías buscan acomodarse al modelo que impone el avance tecnológico entrando en negocios ajenos a su actividad principal
Madrid
"Aprende a curar la enfermedad que todavía no ha llegado”, recomienda
un proverbio chino. Motivos del ciclo económico, razones estratégicas y
algo tan humano como el miedo moldean el mapamundi del capital. Años de crisis han cincelado las cuentas de resultados y los errores se marcan a fuego: Kodak tenía 64.000 empleados
y facturaba más de 13.000 millones de dólares en 2003; ahora no llega a
los 1.600 millones de ingresos porque no supo ver que su negocio se
agotaba. La Gran Depresión forzó el movimiento de las placas tectónicas
de las corporaciones, los grupos se extendieron a otros territorios,
huyeron de débiles mercados locales. Pero hasta el infinito tiene un
límite, y ahora la mutación ya no es (solo) territorial, es del propio
negocio: vender lo sobrante y entregarse a ensayar el futuro. Apple lo ha hecho esta semana
con el anuncio de su incursión en el mundo de la televisión y de las
tarjetas de crédito porque no confía en que sus ventas de móviles vayan a
sostener la compañía.Más información en
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