El triunfo de la fórmula de Netflix y Spotify: se acabó lo gratis, llega el consumo exigente

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Tras una década de empacho ultraconsumista, con descargas ilegales y productos 'low-cost', surge un nuevo modelo, el cliente prémium, que prefiere pagar por un producto que redunde en su bienestar y no le haga perder el tiempo

Hubo un tiempo, no tan lejano, en el que se cantaba que el vídeo había matado a la radio. Pero esto no sucedió. Televisión, radio y prensa convivieron durante décadas sin aparente complicación. La gente iba al cine e incluso a conciertos con cierta asiduidad, pues no era demasiado caro, y los domingos eran el mejor día para sentarse a leer un periódico en una terraza en la que diera el sol. No importaba si había que cerrar los ojos porque los rayos dificultaran la lectura del papel.
Una época distinta en hábitos culturales y también alimentarios. Una forma distinta de consumir. Si uno quería mascarpone o una cerveza de las Antípodas tenía pocos recovecos, pocos locales comerciales, donde acudir para adquirirlo.
Luego apareció internet y nos volvimos locos. Ante nuestros ojos, un maremágnum. De repente, Napster o The Pirate Bay. Y todas aquellas páginas en las que se podía descargar cualquier película, cualquier disco y cualquier libro. El ocio, daba la sensación, siempre sería gratis. Internet era el futuro, escuchábamos: se podía obtener casi de todo sin desembolsar nada. Daba comienzo la era digital y lo hacía exaltando la cultura de lo gratuito. Acumulábamos, sin gastar.
Sin embargo, algo ha cambiado: se come distinto, el ocio es otro y, si uno siempre tuvo algo de gourmet- más allá de su capacidad adquisitiva- encuentra el producto ansiado en cualquier supermercado, porque hasta los llamados low-cost tienen ya sus zonas prémium; llámelo VIP, especial, distinto, un poquito más lujoso o lo que se conoce como capricho.

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